14/2/09

En su justo término

Arrimarse. Un término taurino que insiste en ser el patrón por el que se mide el valor de los toreros.
Pero arrimarse hasta donde y hasta cuándo.

El arrimón puede llegar a ser mal entendido, al no entrañar el peligro que creemos ver. Hay toreros que lo llevan hasta el tremendismo, asfixiando al toro y renunciando a la evidencia que las mejores faenas se alcanzan cuanto antes se encuentre el sitio, ese, el de la justa distancia.
No atosigar y dejar recuperarse, son también términos cada día más utilizados con demasiada alegría. Es evidente que conforme la lidia transcurre el toro acusa más el castigo y decae en su poderío.

Lidiar bien es lograr que el toro vaya ganando fijeza, ahorrándole cualquier esfuerzo innecesario. En definitiva hacerlo solícito al engaño, en el menor tiempo posible, con buena técnica, midiendo sus fuerzas y así hilvanar las tandas que sacan lo mejor de toro y torero.
Cuanto pases buenos se pierden por el arrimón innecesario, como recurso ante la falta de ideas, insistiendo el diestro hasta al hastío. Los aficionados disfrutamos de las faenas compuestas con los pases justos y detestamos las cansinas, aquellas que son un carrusel de pases, todos iguales, pero cada vez un poquito más cerca. Estas últimas acaban por borran la nobleza que pueda tener el toro, mostrándolo al final como un animal vencido.

Cuando el diestro dispone de sobrado repertorio no aburre nunca. Probará hasta encontrar la lidia y si no es posible, terminará cuanto antes siendo así mejor para todos. Así es el toro
Sebastián Castella se arrima como nadie, reconociendo el momento de hacerlo, pero sin empecinamiento, haciéndolo con inteligencia para sacar lo mejor del toro y dar lo mejor de si mismo.
En la variedad está el gusto y Sebastián, encuentra en ello una gran parte de su éxito.

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