Este año he visto torear a Sebastián Castella en bastantes plazas, en una de ellas en su primer toro, tuve la impresión de que el tiempo se paraba, que él se sentía solo en el ruedo, que toreaba para sí mismo y que en su entrega, poseído y embebido de toro, se había olvidado de nosotros…
Testigo de un culto ancestral, de un rito mil veces vivido, el hombre y el animal en una simbiosis perfecta, en una armonía estética, en la que el valor se difumina y el toro muere y renace mil veces en esta ceremonia circular en la que el torero es el oficiante: el sol, la sangre, la muerte….
Me emocionó tanto, que viví su faena como un todo, en un estado de gracia taurina que alteró mis sentidos y cuando el maestro remató su faena con una soberbia estocada, yo volví a escuchar a la gente a mi alrededor y pensé: de esto, ya no me cura nadie…
18/12/08
De esto, ya no me cura nadie
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Artículo de opinión,
Sebastián Castella
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