1/10/09

Sangre fría y cabeza despejada


Cada vez que veo a Castella en una plaza aprendo algo más de su toreo. Superada la barrera de la muestra de voluntad y ganas de trabajar bajo cualquier circunstancia, la pasada tarde de Sevilla encontré la quietud.

Si el valor es una condición indispensable para el toreo, la quietud es la constitución sobre la que deriva el temple, y esa tarde hubo mucho por parte del francés.

El primero de su lote le dio un revolcón afortunadamente sin consecuencias, cualquier otro hubiera huido de seguir intentándolo tras el aviso del astado, pero la tarde iba de temple y si el segundo se le paraba a medio pase, más quieto se quedaba el torero esperando que el animal recuperara las ganas de tirar para la manta, a momentos la sangre dejaba de circular, el tendido se callaba, y en esos segundos los ojos solo podían ver valor de sangre fría y cabeza despejada, valor de torero.

Lo intenta y lo consigue, y a pesar de que los animales no daban para media maratón se podía escuchar a los asistentes comentar cómo sacaba a los toros lo poco que podían ofrecer. Sólo pudo ser una oreja, ¡qué no habría conseguido si los animales hubieran sabido estar a la altura!...









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