18/3/09

El público






¿A dónde vas? ¡a los toros!
¿De dónde vienes? de los toros…

En la emoción de la primera respuesta y en la decepción de la segunda, se resume el sentir de los aficionados en algunas ocasiones en las que acuden a la plaza y no ven recompensada su afición.
Pocos espectáculos como las corridas precisan tanto de la participación del público en la ceremonia, formando parte de la misma como un elemento más, es ésta una fiesta comunicativa y participativa.
El espectador empieza a vivirla desde que llega a la plaza y se ve inmerso en ese ambiente único que se vive en los tendidos, mezcla de colores, música, olores: huele a emoción, a magia, a tabaco…

¿A dónde vas? ¡a los toros!

Desde que se intuye la presencia de los diestros en el patio de cuadrillas, la expectación hace que el público rebulla en sus asientos a la espera, quizá de esa faena que se recordará durante años, quizá la fatalidad de una cogida, que antes o después, en alguna plaza, resulta inevitable presenciar.
El aficionado y espectador, partícipe de la ceremonia que se desarrolla ante sus ojos, obtiene una recompensa intelectual al comprender y saber valorar lo que ve, un gran placer estético e incluso una reacción física, al ser consciente del evidente peligro que la lidia supone.
Participa con su silencio, de respeto y expectación a veces, de indiferencia y castigo otras, la bronca también es una reacción taurina como lo son las palmas, los olés, los pañuelos o los desacuerdos con las decisiones del presidente. Se discute,se cuestiona,se disfruta, se participa..
En La Ventas, en una ocasión en la que Rafael ”El gallo” tuvo una de su peores actuaciones, el público le lanzó almohadillas y le chilló hasta la exasperación. Vicente Pastor que también toreaba le dijo para consolarle:¡Hay que ver como está público esta tarde, Rafael! y el Gallo con su característica retranca le contestó: Para vosotros colosal. ¡Ya los he dejao a tos roncos!


El día 15 en Valencia, el público se quedó ronco y no por la “espantá“ de algún torero, que la hubo, sino en defensa de lo que estimó justo. En cada una de sus faenas, el presidente negó a Sebastián Castella una oreja merecida.
Que alguien facilite a este presidente un Reglamento, para que recuerde que la primera oreja la otorga la petición mayoritaria del público y que en las plazas de primera, tras pinchar, no se concede oreja o lo que es lo mismo: que se libre de su obnubilación tomasista y ese afán de proteger un triunfo en solitario, que justifique contrataciones de elevado caché.

A Sebastián y los castellistas nos queda la íntima satisfacción de sentir su evolución constante y esa mayor madurez que parece haberle dado la temporada americana, unos quites espectaculares que no obtuvieron respuesta en quien debían tenerla, dos grandes faenas reconocidas por un público que esperó hasta el final para despedirle al grito unánime de Torero, Torero.. y una estocada que hasta ahora, es la mejor de la feria.

Que siempre podamos contestar, ¿de dónde vienes? ¡de los toros!, de disfrutar de una gran faena de Sebastián Castella.

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