13/3/09

Toro y torero

La primera vez que me llevaron a una plaza de toros tenía cinco años y ha llovido desde entonces.... En mi recuerdo infantil no hay torero, solo toro, y una vaga sensación de temor y miedo.

Hace unos días, una peña taurina organizó un concurso de dibujo para niños. En los dibujos, increíblemente expresivos, era curioso observar los tamaños de la figura del toro y el torero, según la edad del artista.
Esta apreciación, que hacen los niños, del tamaño del toro y torero en desequilibrio, es tan subjetiva como la que hacemos los aficionados de las faenas.

Al torero hay que juzgarle por su valor, por su arte, por su técnica, por su entrega, pero todo ello en función del toro que tiene delante. El torero no puede inventar al toro, puede ver sus condiciones e interpretarlas, como el artista ante el lienzo, ejecuta su obra, fugaz como ninguna.
Que satisfacción deben sentir los toreros cuando indultan a un toro, cuando empeñados en su arte y gracias también a la bravura y nobleza del animal, consiguen evitar su muerte y que desolación cuando, a pesar de sus esfuerzos y una gran faena, el presidente no lo concede.

Tengo grabada la imagen de Sebastián Castella con el toro Palomito de la ganaderia Xajay, no se concedió el indulto y el maestro interrumpió el arrastre y despidió al toro con un gesto de aprecio, un gesto de reconocimiento de un gran torero hacia un gran toro.




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