7/3/09

Yo lo ví

Comenzaba a anochecer en Algeciras. La faena transcurría en el sexto por la senda del éxito. Se palpaba un riesgo sordo que se cobró en venganza y el toro, una vez más, paso factura a su bravura. El pitón con saña, clavado en la carne de un torero que convencía en cada pase.

Disfrutamos del final de un ritual destinado a unos pocos, los elegidos. Sebastián remató su faena con entrega y la plaza reconoció su gesta, mezcla de valor e interpretación pero en sintonía.

Con su cabeza baja, pálido y con destino a la enfermería, los aplausos de todos los allí presentes quisimos regalarle el antídoto contra su dolor profundo pero inoculado esta vez por la vía del reconocimiento.

Arrancó la corrida con el pensamiento lejano en la ausencia de un torero. Finalizó la lidia, descubriendo otra figura, en aquellos que aun no la conocían.

A los Castellistas no nos cabía más satisfacción.

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